jueves, 9 de marzo de 2017

CONCIENCIA, LA CLAVE PARA VIVIR EN EQUILIBRIO. Por Osho


Cuando la mente no tiene pensamientos, eso es meditación. La mente se queda sin pensamientos en dos estados: El sueño profundo y la meditación. Si te haces consciente; y tus pensamientos desaparecen, es meditación. Si los pensamientos desaparecen y quedas inconsciente, es sueño profundo. El sueño profundo y la meditación tienen algo en común y algo diferente.
Una cosa es similar: En los dos estados, el pensamiento desaparece. Una cosa es diferente: En el sueño profundo, también desaparece la conciencia; mientras que en la meditación, permanece. Así pues, la meditación es igual que el sueño profundo, pero con conciencia. Estás relajado, como en el sueño profundo; pero estás consciente, completamente despierto… y eso, te lleva hasta la puerta de los misterios. En el sueño profundo pasas a un estado de no-mente, pero sin conciencia. No sabes dónde te están llevando; aunque por la mañana, sentirás el impacto y el efecto. Si de verdad ha sido un sueño profundo y hermoso; sin ensoñaciones que te perturben, por la mañana te sentirás fresco, renovado, vivo, rejuvenecido y otra vez lleno de entusiasmo y energía. Pero no sabes cómo ha ocurrido, adónde has ido. Entraste en una especie de coma profundo; como si te hubieran administrado un anestésico, y fuiste transportado a otro plano, del que regresas fresco, joven, rejuvenecido.
En la meditación, eso sucede sin anestesia. Así pues, meditación significa permanecer tan relajado como cuando estás profundamente dormido, pero manteniéndote alerta. Mantén la conciencia… deja que desaparezcan los pensamientos, pero la conciencia debe mantenerse. Y esto no resulta difícil; lo que pasa es que nunca lo has intentado, eso es todo. Es como nadar; si no lo has intentado, parece muy difícil. Incluso parece peligroso; y te parece increíble que la gente pueda nadar, porque tú te ahogarías.
Pero cuando lo intentas un poquito, se te hace fácil, es muy natural. Hace poco, un científico japonés ha demostrado experimentalmente que un bebé de seis meses, es capaz de nadar, sólo hay que darle la oportunidad. Ha enseñado a nadar a muchos niños de seis meses de edad. ¡Ha hecho un milagro! Y dice que lo va a intentar con niños aún más pequeños. Es como si el arte de nadar fuera innato; no hay más que darle una oportunidad, y empieza a funcionar. Por eso, cuando has aprendido a nadar, no lo olvidas nunca. Puedes pasarte cuarenta o cincuenta años sin nadar, pero no lo olvidas. No es una cosa accidental, es algo natural; por eso, no puedes olvidarlo.
La meditación es algo similar: es algo innato. Sólo tienes que crear un espacio para que funcione: sólo tienes que darle una oportunidad. ¿QUÉ ES LA MENTE? La mente no es una cosa, sino un suceso. Una cosa tiene sustancia, un suceso es sólo un proceso.
Una cosa es como una roca, un suceso es como una ola. Existe, pero no tiene sustancia. Es sólo algo que ocurre entre el viento y el mar, un proceso, un fenómeno. Esto es lo primero que hay que entender, que la mente es un proceso como una ola o como un río, pero que no tiene sustancia. Si tuviera sustancia, no se podría disolver. Como no tiene sustancia, puede desaparecer sin dejar la menor huella. Cuando una ola desaparece en el océano, ¿qué queda? Nada, ni siquiera una huella. Por eso, los que saben dicen que la mente es como un pájaro que vuela hacia el cielo: No deja pisadas y no deja ninguna huella, el pájaro vuela, pero no deja rastro ni huellas. La mente es sólo un proceso. De hecho, la mente no existe: Sólo existen pensamientos, pensamientos que se mueven tan deprisa que a ti te parece y sientes que allí existe algo con continuidad. Viene un pensamiento; y después otro, y otro, y muchos más… hay tan poca separación entre ellos, que no puedes percibir el intervalo entre un pensamiento y otro. Y así, dos pensamientos se unen; forman una continuidad y debido a esa continuidad, tú crees que hay una mente.
Existen pensamientos… pero no “mente”. Igual que existen electrones, pero no «materia». El pensamiento es el electrón de la mente. Es como una muchedumbre. Una muchedumbre existe en cierto sentido, pero no existe en otro. Sólo existen individuos; pero muchos individuos juntos, dan la impresión de ser una sola cosa.
Una nación existe, pero no existe… allí sólo existen individuos. Los individuos, son los electrones de una nación, de una comunidad o de una muchedumbre. Los pensamientos existen; la mente, no existe. Lamente es sólo apariencia. Y cuando miras hacia las profundidades de la mente, esta desaparece. Quedan pensamientos, pero cuando la «mente» ha desaparecido y sólo existen pensamientos individuales, muchas cosas se resuelven al instante. Lo primero de lo que te das cuenta, es de que los pensamientos son como nubes: Van y vienen; y tú, eres el cielo.
Cuando no hay mente, te llega inmediatamente la percepción de que ya no participas en los pensamientos. Los pensamientos están ahí, pasando a través de ti como pasan las nubes a través del cielo, o el viento a través de los árboles. Los pensamientos pasan a través de ti; y pueden pasar, porque tú eres un inmenso vacío. No hay impedimento, no hay obstáculos. No existe ningún muro que les limite el paso, no eres un fenómeno amurallado. Tu cielo está abierto hasta el infinito; los pensamientos, van y vienen. Y cuando empiezas a sentir que los pensamientos van y vienen; y que tú eres un observador o un testigo, se adquiere dominio sobre la mente.
La mente no se puede controlar en el sentido ordinario. En primer lugar, dado que no existe, ¿cómo vas a poder controlarla? En segundo lugar, ¿quién va a controlar la mente? Porque más allá de la mente no existe nadie… y cuando digo que no existe nadie, quiero decir que más allá de la mente no existe nadie, sólo está la nada. ¿Quién va a controlar lamente? Si alguien estuviera controlando la mente; sería sólo una parte, un fragmento de lamente controlando otro fragmento de la mente. Eso es el ego. La mente no se puede controlar de ese modo. No existe, y no hay nadie para controlarla. El vacío interior puede ver, pero no puede controlar. Puede mirar, pero no puede controlar… pero la simple mirada es el control; el fenómeno mismo de la observación o de ser testigo, se convierte en maestría, porque la mente desaparece. Es como cuando vas andando en una noche oscura; y echas a correr, porque tienes miedo de alguien que te sigue. Y ese alguien no es más que tu propia sombra; y cuanto más corras, más cerca estará tu sombra. No importa la velocidad a la que corras; la sombra, seguirá ahí. Cada vez que te vuelves a mirar, la sombra sigue detrás de ti.
Esa no es manera de escapar de ella, ni es la manera de controlarla. Tendrás que pararte a mirar bien la sombra. Quédate quieto y mira al fondo de la sombra; y la sombra desaparece, porque la sombra no existe, es sólo una ausencia de luz. La mente no es nada más que la ausencia de tu presencia. Cuando te sientas en silencio, cuando miras a las profundidades de la mente; la mente, simplemente desaparece. Quedan pensamientos, que son existenciales; pero la mente no se ve por ninguna parte. Pero cuando la mente desaparece, se hace posible una segunda percepción: Puedes ver que los pensamientos no son tuyos. Claro que te llegan; y a veces se quedan algún tiempo en ti, y después se marchan. Eres una parada en su camino, pero no se originan en ti.
¿Te has fijado alguna vez en que de ti no ha surgido ni un sólo pensamiento? Ni un sólo pensamiento se ha formado por medio de tu ser, siempre vienen del exterior. No te pertenecen: Planean sobre ti sin raíces y sin hogar. A veces se posan ti; eso es todo, como una nube que se posa en lo alto de una montaña. Y después, siguen moviéndose por sí solos; y tú, no tienes que hacer nada. Si te limitas a observar, adquieres control.


OSHO
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